Una de las mejores citas del calendario para un político municipal es, sin lugar a dudas, la que cada año tiene con los más pequeños en lo que se ha denominado el Día de los Derechos del niño. La experiencia de los años vividos al frente del gobierno de Ravella han marcado un profundo sentimiento de alegría personal. Los niños tienen esa magia que aporta la inocencia. En sus caras se percibe la mejor versión posible de la política, esa en estado puro, y muchos de ellos sueñan en voz alta confesando que les gustaría, algún día, dirigir su ciudad (y alguno hasta su país).
Hasta ahora siempre se esperaba con agrado la llegada de esa fecha, tanto por los miembros de la corporación como por los propios niños. Era una jornada especial, distinta. Y digo “era” porque este año faltará a la cita. La concejala responsable de la organización de este evento ha optado por lastrar, de un plumazo, las ilusiones de los ciudadanos del futuro. Lo más triste es que, llegada la fecha, se ha dado cuenta de que se quedaba sin margen de maniobra. Unos pocos euros de las arcas municipales hubiesen sido suficientes como para seguir con la tradición, con la educación en valores ciudadanos en edades tempranas. El portazo con el que se han encontrado de bruces pequeños y mayores marca un memorable antes y un triste después que para siempre llevará la firma de la concejala Outón.
Ella, quien reconoce que este acto “no requiere una gran aportación económica” se permite la licencia de dar al traste con un pleno a escala donde los escolares elegían a sus representantes y emulaban a la corporación debatiendo sobre su actualidad. Qué pena. Mientras para buscar fondos para el salario propio en el gobierno socialista han movido Roma con Santiago, paralizando toda la acción política restante, (ya que era la única gasolina que parecía mover a los actores del equipo de gobierno), se declaran incapaces de conseguir el poco dinero necesario para llevar a los escolares a la casa de todos, el Concello.
Dudoso mérito tiene una concejala que ha vivido estos meses de la agenda que ya habían cerrado sus antecesores. Dudosa capacidad la de la edila a la hora de buscar alternativas y dudoso talante el de este gobierno local al privar a pequeños y mayores de una jornada de civismo.
El 2015 será recordado por habernos quedado sin pleno de niños. La concejala no ha querido dibujar una sonrisa en su currículum municipal y las críticas ya empiezan a llegarle desde varios frentes.
Siempre que se abren las puertas de las instituciones a la ciudadanía (como ocurre en el Congreso y el Senado, o cuando los escolares visitan el Parlamento de Galicia) los que allí se citan destacan que esos asientos tantas veces vistos por la tele y en las fotos asombran. ¿Qué hay de malo abrirle las puertas del pleno a los niños?. ¿De verdad que no había margen de maniobra para llevarlo a cabo?. Se echa de menos, ya, otra manera de hacer política. Se siguen sumando los descontentos ciudadanos y ahora les ha tocado a los más indefensos. Esta especie de ruleta rusa del divorcio de la ciudadanía con el gobierno de Ravella ha escrito un nuevo capítulo y lo peor es que ni mucho menos tiene pinta de ser el último.
*Portavoz Municipal del PP en Vilagarcía.