¿Quién es Celia Villalobos, 64 años, funcionaria, como para haber sido aupada en la actual legislatura a la vicepresidencia primera del Congreso de los Diputados y haberse convertido en la gran estrella mediática del debate sobre la reforma de la ley del aborto?
La verdad es que mucha carrera académica o profesional no se le conoce. En realidad ha vivido siempre de la política, bien como alcaldesa de Málaga, bien como ministra de Sanidad, bien como miembro del Congreso de los Diputados desde la tercera legislatura; esto es, desde 1986, cuando tenía 36 años.
Al encumbramiento de tan peculiar personaje han contribuido dos circunstancias. Por una parte, ser la mujer del gran asesor del Partido Popular, Pedro Arriola. Por otra, sus desplantes, inconveniencias y repetidos incumplimientos de la disciplina de voto.
Célebres han sido, por ejemplo, sus consejos desde el Ministerio de Sanidad a las amas de casa durante la crisis de las vacas locas para que no echaran en las comidas huesos del animal.
O sus increpaciones al chófer que tardaba en recogerla. O la enorme gotera que se produjo en el salón de plenos del Congreso cuando ella era la encargada de supervisión de las obras de rehabilitación del tejado. O cuando se refería a los discapacitados como “tontitos”.
Pero, como digo, en lo que especialmente destaca la prócer popular es en el incumplimiento de la disciplina de voto, muy especialmente en lo que a aborto, parejas de hecho y matrimonio entre personas del mismo sexo se refiere. Sobre las subidas de impuestos y recortes sociales no se le conoce, sin embargo, postura en contrario.
Dicen que su último desplante parlamentario le va a acarrear una multa de 500 euros. Es decir, una bagatela al lado de los 102.000 euros que en números redondos se embolsa al año. O lo que es lo mismo, al lado del casi millón y medio de pesetas mensuales brutas.
Por otra parte, que Celia Villalobos es partidaria de la eliminación voluntaria del embarazo no debería ser noticia por ser ello harto conocido. Por eso, llama la atención que ande estos días salereándose alegre e innecesariamente por los pasillos del Congreso para así manifestarlo de nuevo. En realidad, está siendo utilizada por la oposición para meter el dedo en el ojo del PP; es decir, a su propio partido. Y ella se presta encantada al juego.
En la bancada de la izquierda, el Partido Socialista se muestra obsesionado con la reforma de la ley del aborto hasta el punto de estar resultando monotemático.
Jalea a quien sea con tal de que le eche una mano en la ofensiva. Y como todo vale si la dicha es buena, hasta le sirve la ultraderechista familia Le Pen francesa.