Se puede confiar en las malas personas…, no cambian jamás”. “No frecuentes las malas compañías, no sea que aumente su número”. Son frases que alguien dijo en un momento determinado y no les faltaba razón. Hay muchas personas sin escrúpulos. Por desgracia conocemos a algunos de ellos que desconocen los valores humanos, solo buscan su propio bienestar personal. Nunca están contentos, siempre quieren más de lo que tienen y disfrutan con las desgracias ajenas.
Lo peor de todo es que una mayoría de estos sinvergüenzas quedan impunes y continúan haciendo daño. Ejemplo de muertes (asesinatos) de personas inocentes, en países subdesarrollados o zonas de conflicto, donde los “polizones” inmigrantes que escapan de la miseria y son lanzadas al mar, sin contemplaciones ni remordimientos. Enfermos sexuales que se anuncian en prensa o redes sociales, para mantener contactos sexuales, por dinero; señores, con cierto poder adquisitivo, que tienen que pagar para poder salir con una chica guapa que le sirva de mujer de compañía, por un tiempo determinado y así fardar ante sus amistades.
También ex parejas que, manteniendo una muy buena calidad de vida, sin tener nada a su nombre claro, se niegan a pasar la pensión de alimentos a sus hijos. Empresas navieras que no dan aviso a las autoridades cuando fallece un tripulante para poder seguir faenando. Depositando el cuerpo en la bodega del buque hasta que finalice la marea o la ruta comercial. Patrones que prefieren dejar morir, a inmigrantes en alta mar, antes de prestarles auxilio ya que los tendrían que trasladar a tierra firme. Para ellos lo único importante son los dólares o los euros. Cobardes, que de manera anónima, amenazan de muerte a vecinos o compañeros de trabajo. Queman o rajan las ruedas de los vehículos ajenos para atemorizar a familias humildes y que tengan que abandonar el pueblo o la ciudad en la que residen. Sinverguenzas que pagan a mercenarios, sin escrúpulos, para que den una “lección” a personas que no les caen bien. Todo esto y más, sucede ante nuestros ojos. ¿Quién no conoce algún caso?. Lo peor es que en vez de sentirse responsables, los vemos con la cabeza bien alta y aprovechándose de la buena fe de los demás. Nos preguntamos. ¿pueden conciliar el sueño? ¿Pueden seguir viviendo sin sentimiento de culpa?