El Pergamino Gundiliano: La prueba del “Juego de Tronos” de Santiago para hacerse con la Cálago medieval

El Pergamino Gundiliano: La prueba del “Juego de Tronos” de Santiago para hacerse con la Cálago medieval
La presentación de la traducción del documento histórico fue ayer en la iglesia de A Pastoriza | mónica ferrerós

Hubo un tiempo en que el poder de la iglesia estaba en Iria Flavia y no en Santiago. Un tiempo en que Vilanova tenía más pasado y más peso que Compostela. Un tiempo de invasiones bárbaras y musulmanas que también sufrió Arousa y donde los ricos y poderosos del pueblo eran de nobleza visigoda, con nombres imposibles de pronunciar. Ahí nace esta historia, que lejos de hablar de santos, de exaltación espiritual o de lo divino, habla de falsificación de documentos, de herencias, de juegos de poder y de dinero. Del idioma que ha hablado siempre el Hombre, sea del siglo X, del XII o del XXI.

Estos tres siglos tomaron protagonismo ayer en la recuperada iglesia de A Pastoriza, durante uno de los momentos más esperados de esta Semana da Cultura. El templo que albergó el bautismo de Valle-Inclán fue escenario de la presentación de la traducción y de una nueva investigación sobre el llamado Pergamino Gundiliano (Gundialdo o Gundilano), la prueba de todo un “Juego de Tronos” en la historia de Vilanova durante la Edad Media. Digna de Hollywood, pero muy desconocida. Los artífices: El profesor Francisco Javier Charlín, con traducción del latín de Emilia Ares y asesoramiento histórico de Ramón Dávila.

Charlín enmudeció al reducido auditorio durante una media hora en la que flotó la magia de cuando se bucea en la infinita oscuridad del pasado con una linterna: Se apunte a donde se apunte, siempre se da luz sobre algo interesante.


El pergamino


El pergamino Gundiliano es un documento en latín, muy probablemente escrito en el siglo XII en San Martín Pinario en Santiago. Es un escrito de donación, en el que un noble, un rico vilanovés, realizaba una donación en favor del entonces existente monasterio de Cálago. La donación y la existencia del documento se conocían bien en la historiografía gallega, con análisis desde el siglo XVI y más pormenorizadamente desde el XIX (Manuel Murguía incluido), XX y XXI.

No obstante, casi siempre lo que llama la atención a los historiadores ha sido el meollo de este tipo de documentos: Las propiedades que se transmiten, los titulares, los intervinientes... Era ya conocido que la donación de Gundiliano es en favor del monasterio de Cálago, “ao seu abade e aos 16 monxes que viven alí”. El noble cede la fábrica de una iglesia, tierras, (llenas de topónimos vilanoveses que llegan hasta hoy, como As Sinas), vestidos, utensilios, animales y demás. En lo que quizá nadie hasta ahora había reparado es en esas otras frases que, más o menos de soslayo, suelen pasar desapercibidas a lo largo de siglos. Y he aquí una de las claves que ha observado Charlín en el texto: “Engadimos tamén ao mesmo mosteiro o relacionado co sustento e vestimenta dos frades, dos pobres e dos peregrinos que chegan do centro da propia vila de Cálogo”. Han leído bien, “peregrinos” que llegan desde el centro de la villa al monasterio, que se supone se levantaba en las afueras: Vilanova tenía peregrinos en la Edad Media. Una prueba documental que dormía en los archivos eclesiásticos hasta ahora y que para el Concello refuerza el carácter histórico de las rutas xacobeas creadas recientemente.



La verdadera datación


Solo con esto, la cosa ya hubiera estado bien. Pero dejarlo aquí sería quedarse, todavía, en una capa superficial. La Historia también tiene giros argumentales, vean.

Resulta que el pergamino Gundiliano del siglo XII no es original. Es una copia del primer manuscrito de tal donación, que habría ocurrido varios siglos atrás. La copia del siglo XII, la que se conoce, dice que la donación tuvo lugar en el año 846, bajo la mitra del obispo de Iria Flavia Hermenegildo. ¿Qué ocurre? Que Hermenegildo tuvo su mandato entre los años 924 y 951. Así que algo no cuadra. El problema se comenzó a resolver en 1973, cuando el investigador Manuel Rubén García publicaba en la revista Compostellanum que, probablemente, en la copia del siglo XII alguien cometió un error de transcripción: Falta una “C”. Una sola letra que, en la numeración romana, resta cien años a la fecha de la donación. Si esto es cierto, el año correcto sería no el 846, sino el 946, fecha que encaja plenamente, ahora sí, en el mandato de Hermenegildo y que situaría a esos “peregrinos” en Vilanova nada menos que en el siglo X. Pero es que además, siendo así, todo encaja. Y lo van a ver ahora.



La invasión “bárbara”


A comienzos del siglo XVII, Huerta, en su fundamental “Anales del Reyno de Galicia”, describe unos hechos que él sitúa en el año 884. Ocurre que usa la cronología hispánica, en la que ese 884 equivale al 846 de la era cristiana. Y a eso súmenle el error de cien años en la datación que se arrastraba desde aquella “C” perdida. Efectivamente, estamos en el 946, el año de la donación de Gundiliano.

Pues bien, Huerta escribe que en aquel año unos “bárbaros” o unos “piratas”, “arruinaron la iglesia de San Cipriano”, “junto a la villa de Villanueva”. Este templo “se reedificó”, ojo, en el mismo año en que fue destruido, “por un caballero llamando Gundialdo” y se “restituyó a 16 monjes, que eran los que tenía el monasterio”. ¿Se acuerdan de lo que hemos dicho, de que Gundiliano había donado la fábrica de una iglesia? Pues esa es la hipótesis: Que el monasterio se fundó posiblemente en el siglo VII, fue destruido por un ataque a Cálago en el 946 (no en el 846) y reconstruido ese mismo año por este noble, que —tiene sentido— deja constancia documental de los bienes que invierte en este cometido.

¿Les suena bien el puzzle? Pues agárrense que hay más. Piensen que en el año 997 data la expedición de Almanzor para arrasar Compostela. ¿Y si esos “bárbaros” de la primera destrucción de Cálago hubieran sido expedicionarios musulmanes? Es, de momento, una hipótesis de trabajo, indicó Charlín ayer, pero que merece ser estudiada.



El juego de poder


Acabamos, pero, antes, habíamos hablado de un juego de poder. Si la donación es del siglo X, ¿por qué hay una copia del documento en el XII? Ocurre que en 1114, Ramiro Muñiz, un heredero de Gundiliano, dona su parte del monasterio vilanovés a la nueva sede del poder religioso en Compostela. Probablemente, la copia es de entonces, para dejar claro el papeleo al ceder la propiedad. También tiene sentido. Pero sí, lo habrán adivinado, hay más trastienda. Los ponentes ayer se esforzaron en dejar claro el momento histórico: El monasterio de Cálago era, en origen, “un mosteiro familiar”. No obedecía a poder ninguno. En el siglo X Santiago no era “Santiago” todavía. Era “Compostella”. La sede episcopal estaba en Iria Flavia, recuerden. Esto cambia en 1095, cuando el poder eclesiástico se traslada a la hoy capital gallega. Y, a partir de ahí, arranca la “compostelanización” de todo. La orden de Cluny y benedictina ganan terreno y comienza el nacimiento de la “multinacional” Santiago de Compostela, la simbología de la concha de vieira, las peregrinaciones como fenómeno de masas, alentadas por las autoridades político-religiosas a más gloria de la vigorosa ciudad, ahora catedralicia, y de sus cada vez más poderosos dirigentes religiosos. Los monasterios familiares como el de Cálago pasan entonces, no antes, a la orden benedictina y a engrosar el poder —y el patrimonio— de Santiago y de sus élites. Es ahí justo cuando comienza el control de Compostela sobre Cálago, cuando ocurre esa donación de Ramiro Muñiz. Y cuando, justo por eso, se hace también esa “copia” del pergamino del siglo X. Un trámite administrativo. Una copia que es, además —traca final—, una “falsificación” del original: En la pretendida copia limpia del documento del 946 aparecen anacronismos, errores que los administradores del XII cometieron en ese afán de la “compostelanizacion”. Entre ellos, llamar “Santiago de Compostela” a lo que doscientos años atrás era solo “Compostella” o hablar de la “regla benedictina” dos siglos antes de su imposición. Errores que, para Charlín, prueban el interés de Santiago por justificar su reciente anexión de la entonces importante y pujante Cálago. l

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