Hay quien se escandaliza ante el hecho de que nadie del Gobierno pueda o quiera asistir a los actos madrileños del 2 de mayo (y no, esto no es solamente culpa del Gobierno, claro). La verdad, ni entiendo el escándalo ni, menos, la necesaria presencia ministerial en los fastos de la Puerta del Sol. Antes, en estos días de luminosidad recuperada, nos hemos escandalizado ante la baja presencia de miembros del Ejecutivo, comenzando porque el presidente tardó seis horas en comparecer a tratar de explicar algo, cuando, de pronto, la oscuridad se hizo. ¿Dónde, dónde están nuestros representantes gubernamentales, los que llevan el timón de la patria?
Si, como preveo, no es usted capaz de superar con notable el test que le propongo –yo me he tenido que ayudar con alguna ‘chuleta’ para ello–, probablemente entenderá muchas de las cosas que pasan y no pasan en este país nuestro y llegará a la misma, o parecida, conclusión a la que yo llego al final de este artículo.
Pregunta: ¿sabía usted que existe una vicepresidencia en el Gobierno dedicada a la Transición Ecológica y el reto democrático, o sea, la energía y la demoscopia en una sola cartera? Seguro que, a estas alturas, y con todo lo que se ha hablado de la cuestión a lo largo de esta semana de puente, ya sabe usted cómo se llama la tal vicepresidenta, que es novata y que tampoco es que haya tenido el protagonismo que se le supondría, desde luego. Otra pregunta, ya que estamos en vicepresidentas: ¿sabe usted cuántos cargos políticos acumula quien debería encargarse de la Hacienda y, por tanto, de la obligación constitucional de elaborar los Presupuestos?
Y más preguntas: ¿sabe usted qué cartera se ocupa de las relaciones con las Cortes? ¿Y de la movilidad sostenible? ¿Y quién es la ministra (con eso le doy una pista: es mujer) que se ocupa de la educación? ¿Y de las universidades? (son diferentes).
Es posible, aunque quizá no probable, que hasta ahora haya acertado usted la mayoría de estas preguntas, que no albergan, claro está, la más mínima mala intención más allá de una vocación didáctica. Le propongo otras para completar el test: ¿conoce a quien desempeña el Ministerio de Industria? ¿Y qué hace el responsable de Turismo? ¿Y la memoria democrática? ¿Y la llamada agenda urbana (sí, es la misma persona que se ocupa de la vivienda)? ¿Y de la innovación, que es lo mismo que el Cambio? Bueno, al menos conocerá a quien se dedica a los derechos sociales y a la llamada agenda 2030, que también tiene que ver con el Cambio y los cambios. ¿No? ¿Ni siquiera sabe quién desempeña las importantes responsabilidades de la inclusión, las migraciones, la seguridad social, la función pública (no son la misma persona, conste)? Seguro que la transformación digital sí. ¿Tampoco? Una pista: fue nombrado hace poco, no tiene ni idea de la materia y antes ocupaba un puesto relevante en La Moncloa.
Vale, concluyo: ¿le suena el nombre de Sira Rego? ¿Sería usted capaz de decirme en qué funciones desempeña su jornada de trabajo, ahora tan de moda con las reivindicaciones del 2 de mayo? ¿Ni idea? A mí me costó aprenderlo, se lo confieso.
En fin, que algo pasa cuando los ciudadanos de un país no saben, ni parece que les importe mucho, quiénes son la mayoría de sus ministros/as –que no serían reconocidos/as por la calle; otros sí, algunos incluso para bien–. Porque ellos, los ministros desconocidos, digo, no los ciudadanos, se dedican básicamente a salir acríticamente en medios más o menos cercanos, a diseñar carísimas campañas publicitarias, a seguir argumentarios de otros, a viajar –eso sí, viajar– a convenciones inútiles y a procurar que el ‘jefe’, indiscutido e indiscutible en cualquier cosa que haga o no haga, dure y dure, como las pilas de Duracell. Y hemos de concluir que España, que es una gran nación –analicemos el comportamiento ciudadano del lunes negro–, está ineficazmente representada –analicemos ‘el otro’ comportamiento, ya digo, el ‘oficial’, ese mismo lunes negro–.
Pues eso: que vivan el Día de la Madre, y los ‘puentes’ de mayo, la Feria de Sevilla y las corridas de San Isidro. País envidiable este nuestro, en el que lo público, incluyendo los ministros, no es de nadie más que de quien manda, que por cierto no son los ciudadanos.