n 1957 Albert Camus (1913-1960), al recibir el Premio Nobel de Literatura, habló así, mirando entre las sombras: (...) “Indudablemente, cada generación se cree destinada a rehacer el mundo. La mía sabe, sin embargo, que no podrá hacerlo. Pero su tarea es quizás mayor. Consiste en impedir que el mundo se deshaga. Heredera de una historia corrompida -en la que se mezclan las revoluciones fracasadas, las técnicas enloquecidas, los dioses muertos, y las ideologías extenuadas; en la que poderes mediocres, que pueden hoy destruirlo todo, no saben convencer; en la que la inteligencia se humilla hasta ponerse al servicio del odio y de la opresión-, esa generación ha debido, en sí misma y a su alrededor, restaurar, partiendo de amargas inquietudes, un poco de lo que constituye la dignidad de vivir y de morir. Ante un mundo amenazado de desintegración, en el que nuestros grandes inquisidores arriesgan establecer para siempre el imperio de la muerte, sabe que debería, en una especie de carrera loca contra el tiempo, restaurar entre las naciones una paz que no sea la de servidumbre, reconciliar de nuevo el trabajo y la cultura, y reconstruir con todos los hombres una nueva Arca de la alianza”(...) 60 años después sigue siendo difícil construir cada día pequeñas esperanzas en tiempos sombríos, pero, como entonces, hemos de intentar que la solidaridad sea un lugar decisivo, imprescindible asidero, vital impulso ante el nuevo día...Para impedir que el mundo se deshaga.
Hoy, tal como predijo Camus los cambios tecnológicos y de liderazgos cambian a velocidad del relámpago para que nada cambie en el fondo porque estas tecnologías a pesar de tener acceso a las redes sociales, pero la propiedad y su dirección está en manos de las elites económicas, con lo que cada vez los ricos explotan y crean más pobres. Tienen tanto poder que los gobiernos dan la impresión de debilidad frente a ellos que son incapaces de hacer que paguen los impuestos de tan elevadas ganancias. Mientras los líderes de los viejos y nuevos partidos se enzarzan en peleas personales en vez de centrarse en resolver y pactar para resolver los asuntos de interés general, con lo cual crean descontento en el electorado hace que cambian su voto en busca de algo mejor.
La exposición de Camus en la recogida del Premio Nobel, viene al caso porque nuestros políticos renovadores lo quieren todo, no saben dialogar y pactar para llegar a acuerdos que la sociedad necesita, así nos quedamos sin nada. Los progresos se hacen poco a poco.
Albert Camus fue militante del partido comunista de Argelia, PCA y fue expulsado por su postura conciliadora, cosa que parece imitar la ministra Yolanda Díaz, parecido a lo que quisieron hacer los secretarios Carrillo del PCE y Berliguer del PCI para renovar el comunismo abriendo a la democracia como quedó demostrado aceptando la Constitución de 1978.
El tiempo da y quita razones. En 1965 el ministro de Franco González de la Mora escribió un libro titulado “El crepúsculo de las ideologías”. Hay que ver si las ideologías por sí solas pueden ser democráticas y si no lo son, serán dañinas para la sociedad. Si los poderosos abusan de la ideología, sea política, o económica la izquierda será necesaria como la historia nos ha demostrado desde la revolución francesa a la independencia de la Nueva Inglaterra (hoy EEUU) y otros lugares. Así que los políticos cumplan con su deber y no abusen del poder que es del pueblo soberano.