Silencio, se está ahorrando

El presidente de gobierno, de esta «peña de mendicantes» que es la España de dadores, es un hombre liso y llano, embutido en un traje azul eléctrico, corto y estrecho, como de mucha bodas. La cuestión es si lo es per se o por imperativo del guión “urnal”. Sea o no esa la razón, es que tiene cosas de padre de familia de clase media baja, esa sufrida prole de escasa clase. Como ellas, van de vacaciones porque se lo merecen y gastan sin reparar en gastos como los merecidos que son, echando las casas por las ventanas y también las ventas.
 

Para redondear la gloría de esa pesadilla de esterilla, playa, chancla y sombrilla con ensueños de mantillas de chulapa y procesión, idolatra a las “vascongadas” y las “cataluñas” con devoción sesentera de redención laboral.
 

Pero no todo es en él indolencia en la dolencia de su ser, no lo crean, se llama responsable a capítulo y anuncia, profético, a la prole, “familia, este va a ser un invierno crudo” y por aquello de no amargarle la tortilla, añade, “pero no temáis, si se pone tonto lo declaro estación catastrófica, es más, llegado el caso, lo saltamos por derecho y pasamos al florido abril, en el que todo florece sin decreto ni hay que pactar él aire que poliniza la flor”. 
 

Tener un presidente de clase media baja es tener un tesoro, porque hace posible lo imposible, sin perder oportunidad de ahorrar gastando y aún ahorrar para que ese invierno malo sea él mejor de nuestra pobreza otoñal.

Silencio, se está ahorrando

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