Miradas para no olvidar la tragedia

Hace un año y veinte días escribía que éramos “una sociedad vulnerable”. No me imaginaba cuánto. Desde entonces, vivimos bajo amenaza. El balance, hoy, es de entre 70.000 y 100.000 muertos. Más de 3.150.000 casos confirmados. Nos engañaron en el inicio de la pandemia diciendo que no era importante y no tomaron medidas. Todavía hoy se sigue poniendo el énfasis en que estamos saliendo de la tercera ola y algunos/as, incluso desde el Gobierno de la nación, creen más importante volver a manifestarse el 8 de marzo que cuidar la salud y la economía maltrechas.


Ha sido una tragedia sin imágenes. Se prohibió el trabajo de los profesionales en los lugares más sensibles. No había información completa. No querían que viéramos el horror. Decidieron por nosotros para no “herir sensibilidades”. Tal vez por no haber visto esas imágenes muchas personas siguen diciendo lo que dicen; tal vez por eso, muchos jóvenes siguen sin protegerse y sin proteger a los otros. Esa infantilización buscada de la sociedad y no solo en esta pandemia, nos hace ignorar la realidad, vivir en una normalidad irreal. Lo importante no es la inmunidad del rebaño, es el rebaño.


Afortunadamente, ya hay un libro que recoge todo eso. El libro acaba de salir. Se llama ‘Pandemia. Miradas de una tragedia’ (Editorial Blume) y recoge los testimonios de 26 grandes fotógrafos y periodistas que relatan nuestra angustia y nuestro miedo. Y cuenta, además con excelentes textos críticos de Elena Poniatowska, Premio Príncipe de Asturias, o de Irene Vallejo, entre otros. Es un libro imprescindible que recoge los “aplausos que son palomas”, que dice Poniatowska, pero también la realidad que nos ocultaron: “Nos dejamos confinar en un ideal publicitario de falsa seguridad, sin tiempo para cuestionar las cerraduras ni para abrir los ojos atónitos y audaces... Este libro es un álbum de parpadeos audaces, de miradas valientes que desafían la prohibición ancestral de vislumbrar lo terrible. En estas fotografías, los supervivientes y los muertos siguen mirándonos vivos”, como escribe Irene Montero. “Una fotografía, apunta Ricardo García Vilanova, no refleja nunca el horror de una tragedia, pero sin ella, no tendríamos nunca la prueba documental para nuestra memoria histórica”. Hay que dar las gracias a los autores y a los promotores de este libro, cuyos beneficios se destinarán a familias de otros fotógrafos, muertos mientras cubrían la pandemia, que se encuentran en situación de exclusión social. Si pueden, cómprenlo y mírenlo despacio para agradecer el trabajo de quienes no han perdido la valentía de mirar y nos han dejado un testimonio que nos permite recordar a todos y cada uno de los que se han ido, dejándonos vacíos. Nunca el olvido.

Miradas para no olvidar la tragedia

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