Pasar página de los mítines con vacas y ovejas

Cuando unas elecciones acaban, sea cual sea el resultado, se percibe como un suspiro de gran alivio y una especie de propósitos de año nuevo: ahora empieza una nueva etapa, hemos aprendido la lección, hemos entendido el mensaje de las urnas, actuemos de otro modo, etcétera. La experiencia indica que, por el contrario, se suele volver a la casilla de salida: todos dicen haber ganado, de una u otra forma. Y lo único que ganan es tiempo para seguir con más de lo mismo, aferrados a lo de siempre. Sin embargo...

Sin embargo, pocas veces como ahora, en una larga carrera de mirón de la política, he podido percibir que la necesidad de un gran volantazo es real.

Que este 14 de febrero debería ser el día en el que, libres de la necesidad de darse caña en los mítines, los principales responsables políticos nacionales inaugurasen una nueva era.

Por ejemplo, llamando el presidente del Gobierno al líder de la oposición, Pablo Casado –que lo seguirá siendo, pese a tanta especulación de caldo de cerebro– y adopten conjuntamente todas esas iniciativas de regeneración política que me parece que la parte más consciente de la sociedad de este país les reclama.

Es simplemente anormal que los dos principales políticos del país lleven año y medio sin hablarse cara a cara.

Cuando esto escribo, desde Castilla y León, desconozco aún los resultados electorales. Ha sido un domingo de votación tranquila, y ninguno de mis interlocutores se atreve a avanzar cómo se constituirá el Gobierno regional, quién pactará con quién y cómo: todo son especulaciones.

Puede que aún tardemos algunos días en saberlo. El único dato relevante sigue siendo la hipótesis de un ‘pacto de gobierno’ entre PP y Vox que actúe como precedente de acuerdos semejantes a nivel nacional, que es lo que creo que Casado quiere evitar a toda costa. ¿Lo logrará?

Pero es ahí, a nivel nacional, donde ahora debe situarse el punto de mira. Están ocurriendo demasiadas cosas en el mundo, de nuevo amenazado, como para regresar al mitin de la vaca y la oveja, y hablo, claro está, en un sentido figurado.

Olvidemos las tonterías de determinado ministro y las bobadas con las que algunos le han replicado. Ha llegado la hora de hacer política de altura, y eso se llama, en este cuarto de hora, pacto a gran escala, un conjunto de acuerdos para lo que nos queda de Legislatura, puede que casi dos años, en los que sería inconcebible mantener la batalla constante.

Cada día es más complicado entender –o, a lo peor, sí que lo entendemos– qué es lo que está frenando la Gran Iniciativa.


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