Los últimos lavados de Ría de Arosa, una tintorería casi septuagenaria

Montse Fernández cerrará las puertas de la tintorería Ría de Arosa el próximo día 31. Se jubila después de más de 30 años al frente de un negocio que fundó su padre en un pequeño local en el río de O Con antes de trasladarlo a la calle Alejandro Cerecedo
Los últimos lavados de Ría de Arosa, una tintorería casi septuagenaria
Quedarse sin trabajo en una conservera llevó a Montse Fernández al negocio familiar que fundó su padre y cuyo oficio ya venía de su abuelo | GONZALO SALGADO

Montse Fernández se crió entre planchados, tintes y lavadoras. Su idea inicial no era acabar en la tintorería que fundó su padre Paco en 1965 en Vilagarcía, pero las circunstancias de la vida la hicieron ponerse al frente de este negocio familiar. El próximo 31 de julio cerrará la puerta de este pequeño comercio ubicado en pleno centro, en la calle Alejandro Cerecedo, y que su padre decidió bautizar como Ría de Arosa, la tierra que lo acogió con los brazos abiertos.


“Yo trabajaba en la oficina de la conservera Baltar, en Carril. Me quedé sin trabajo y, bueno, mi padre tenía la tintorería y por eso aproveché y empecé aquí. Posiblemente si no me hubiese quedado en el paro pues no entraría en este negocio”, reconoce Montse. La suya es una familia de “tintoreros de toda la vida”.

 

Concretamente originaria de Santa Baia de Vilalba, en Lugo. “Mi abuelo emigró a Cuba y ya aprendió el oficio aquí, porque no es algo que sepas y ya está. Allá en Cuba montó negocio y cuando estalló la revolución se volvió”, explica Montse. Fue ahí cuando “algunos de sus hijos montaron tintorerías en Vigo y mi padre decidió apostar en aquel momento por Vilagarcía”. Fue – tal y como cuenta ella– hace justo 68 años. “Era un lugar al que le vio potencial”, explica.


La primera tintorería Ría de Arosa se ubicó en “una casita en la zona del río de O Con. No estaba el lugar como se ve hoy en día”. Tres años después su padre trasladó el negocio a Alejandro Cerecedo donde perduró otros 65 años. “Él estuvo aquí hasta que se jubiló”, apunta Montse.


Ella, aunque desembarcada en este local desde una actividad muy diferente, reconoce que “siempre estuve aquí”. Recuerda, de hecho, llevar la ropa en barcaza a A Illa y Rianxo. “Allí teníamos una persona que se encargaba de traérnosla en maletas como de piel de esas antiguas y nosotros se la devolvíamos limpia”.  Desde pequeña y veía perfectamente lo que se hacía atrás”. ¿Qué se hace atrás? “Buf, pues de todo. Se valora la prenda. Se limpia la que tiene que ser en seco y se revisa. Lo mismo con la que se lava en máquina o incluso a mano y después la tarea de planchar”. Después de la pandemia Montse se quedó sola en un negocio que no siente la amenaza de internet y de la venta online como ocurre en otros sectores. “Antes tenía una empleada, ahora lo hago yo sola”, declara. Lo que sí notó es la proliferación de negocios de lavadoras de autoservicio. “La ropa de fiesta pues no, te la siguen trayendo, pero en cosas como edredones o mantas sí hemos notado el bajón”.


Montse apunta a que ella será la última tintorera de su familia. “No, no hay relevo”, explica. Entiende que llevar un comercio “es sacrificado, ser autónomo es no tener vacaciones, pocos descansos... entiendo que la gente opte por otras cosas”. Eso sí, reconoce que le da pena cerrar la puerta porque “son muchos años, muchos clientes y el trato con la gente me gusta”. Como anécdota señala que hay prendas que nunca se llegaron a recoger y que llevan en la tintorería “años”. Esos, a partir del 31, ya no podrán recuperarla. “Reconozco que me da pena tirarla, pero bueno, la donaré”, explica.


Lo cierto es que esas prendas olvidadas también son parte de la historia de tintorería Ría de Arosa y de aquellos miles de clientes que alguna vez cruzaron sus puertas acristaladas. 

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